Esta mañana leí este pequeño discurso en en contexto de la firma de convenios entre la CDH, la CNDH y las OSC de Puebla.
Se los comparto.
Como sabrán, hace un par de días en la Primera Reunión de la Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo de América Latina y el Caribe, el entrañable Pepe Mujica, presidente del
Uruguay, país sede del evento, se dirigió a cientos de jóvenes con un discurso emotivo, sin
concesiones, del que rescato la frase: “No es el tiempo de los sueños fáciles, aquel tiempo en que nos
unificaba una causa y un convencimiento de que podíamos cambiar el mundo y que el
cambio estaba a la vuelta de la esquina: En el mundo contemporáneo cuesta mucho tener ilusión y labrar utopías".
Y pienso en lo que hoy día, ya entrado el siglo XXI,
significa ser ciudadana, ciudadano.
El piso mínimo debería ser el del cumplir con los
deberes, que ciertamente no son la contraparte de los derechos, sino aquellas
cosas que permiten que el Estado entre en acción: pagar impuestos, cumplir con la
convenciones de tránsito, sacar la basura el día y hora del camión, respetar al peatón, no cometer actos ilícitos… Pero es un piso que a mí, en lo personal, me queda
chiquito, demasiado mínimo, para los tiempos estos de los
que habla Pepe Mujica.
Porque ejercer la ciudadanía de ese modo, es fácil en cierto sentido. Uno acata
las reglas y se quita del medio. O peor aún, se queda en la justa medianía donde velo por mis intereses y
mis bienes. Donde no emito opinión, no me solidarizo, hago como que
ayudo, simulo el cambio pero mantengo las prácticas que mantienen el sistema
colapsado. No cambio al mundo, sino que sigo aprovechándome de él,contamino, ejerzo el machismo, la
homofobia, la transfobia, discrimino, consumo sin cuestionar las malas prácticas de las empresas, porque esos
"no son mis temas".
Ser una ciudadana, un ciudadano del siglo XXI implica muchas
cosas. Implica tomar postura, alejarse de la cómoda y nociva medianía, implica hacer funcionar a las
instituciones, tener el sacrosanto deber de ser críticos y dudar de todo. Porque quien
duda, pregunta y quien pregunta no se equivoca.
Y significa, en estos tiempos vacíos y oscuros, actuar.
Y actuar es dialogar y escuchar activamente. Generar empatías. Cuando en la otra persona no
vemos otras realidades, cuando ignoramos, y desde la ignorancia hablamos, por
todas las buenas intenciones de ayudar que tengamos, lo que hagamos no generará impacto alguno, tal vez sólo paliará un problema.
Actuar, pues es escuchar, es entender, dudar, preguntar y
finalmente analizar con las herramientas de la historia y de la ciencia, con
las herramientas del conocimiento para entonces y sólo entonces comenzar a resolver a
proponer y no caminar dando tumbos, sino con la certeza de cada paso. El
trabajo intelectual, pues, también se hace preciso.
Aquí estamos reunidas personas con
muchas causas bajo el enorme paraguas de los derechos humanos. ¿Son los derechos humanos una
bandera? Sí, pero son también la embarcación y el mar por donde navegamos y la
tierra por descubrir. No están escritos todos, no están aún acabados ni logrados, ni
absolutamente garantizados; pensar lo contrario es quedarse varados en medio
del camino.
Esta Comisión de Derechos Humanos de Puebla y
la CNDH nos invitan a colaborar y como yo lo entiendo, colaborar no significa
conceder. Significa construir, y para construir nuestra institución, nuestras instituciones, debemos
reflexionar profundamente sobre lo que hace falta para que sea eficaz y
eficiente, para que sea cálida, para que sea funcional y hay
que potenciar sus propias capacidades, al final quienes tenemos el expertise en
nuestros temas somos nosotros, las ciudadanas y ciudadanos; no seamos, entonces
y por favor neutrales. Asumamos la responsabilidad de edificar una institución sólida, ese es hoy el papel de la
ciudadanía.
Ser ciudadana, ciudadano, significa para mí no desinteresarme por ninguno de
los asuntos humanos y del planeta. Significa ser progresista, incluyente y
respetuoso, pero significa también no tolerar el odio, el desprecio,
la violencia o la corrupción. Significa tener una postura, una
opinión del mundo, de la nación y significa dar un último aliento para que el barco no
se hunda en una noche sin estrellas.
Aún creo en la vida institucional, en
la construcción de México como un Estado moderno con
instituciones que de verdad sirvan y funcionen. Sí, no es el tiempo de los sueños fáciles, pero es nuestro tiempo y hay
que vivirlo con pasión. Y sobre todo con y por la
libertad.
Recupero, para terminar, el mismo discurso de hace unos días de Pepe Mujica, quien lo terminó diciendo:
“Ruego a los jóvenes que no se dejen robar esa
juventud de adentro. La de afuera inevitablemente se la lleva el tiempo, pero
hay un territorio adentro mirándonos hacia nosotros mismos y que
está unido a un concepto muy simple: solidaridad con la condición humana.”
Pepe Mujica tiene 87 años. fue guerrillero tupamaro cuando
hubo que serlo, sobrevivió al encierro infrahumano de estar
solo, prisionero en un pozo durante 16 años, sobrevivió a la locura y contra toda lógica hoy es presidente de su país. Es el tiempo de los sueños difíciles, pero trabajamos para que
nunca nos sea imposible soñar.