Nocturna

Hoy soñé de nuevo con vampiros. Me levanté antes de lo esperado. No pude dormir sino hasta las 5 de la mañana. Un ansia brutal por escribir me despertó y me puse a hacerlo en la comodidad del amanecer. Una delicia. después se me quemó el café que dejé haciéndose en la cafeterita italiana de espresso.
Tenía mucha energía.
Soñar con vampiros. Al principio, que me perseguían, me acosaban, me angustiaba mucho, rebotaba de la cama y ponía música, me levantaba a orinar, algo, lo que fuera de utilidad para despejarme.
Cuando terminé de leer Nocturna, la novela de Guillermo del Toro y Chuk Hogan los sueños cambiaron y tardaron una semana en llegar.
Ahora yo buscaba indirectamente ser vampiro, era una necesidad imperante, un deseo absoluto salir de la vida para descansar en la noche.
Eso me despertó esta madrugada.
El costo es la tensión en la espalda a estas horas de la noche, los ojos rojos, la piel sensible. Perdí mi cartera de una manera absurda. Desde los 11 años que no me pasaba.
Hace rato la tristeza me invadió. Fidji, la boxer que acompaña a mi madre y que es amada por mi familia está enferma de algo raro que el veterinario no ha podido determinar. Cuando un animal querido enferma, es muy complicado para mí, porque no tengo puta idea de cómo se consuela a alguien que no sabe lo que le pasa. Espero que todo salga bien, o sea, que vuelva a arañarme con sus patotas y se orine de la emoción cuando le haga cosquillas.
Bueno, nomás tenía ganas de escribirlo.
Y de escribir que hoy, por una invitación que me llegó al mail, caí en la cuenta de que ya son 10 años sin Ricardo Garibay. Situación que me puso sensible a tope. Qué rápido que ha pasado esta década. Para quienes me conocen, saben lo mucho que le quiero, lo mucho que sigo siendo, de algún modo, de él. Diez años, qué rápido pasa el tiempo de los muertos. De los muertos vivos, como don Ricardo, claro, como el de los vampiros, que tienen todo el tiempo del mundo para vivir.