viernes

Polaroids del orgullo*



Brahim Z. Salazar

La niña en su bicicleta
Ella tiene escasos 4 años. Va en su bicicleta rosa, acompañada de sus padres, un hombre y una mujer jóvenes, que vienen a la marcha como un signo de solidaridad, como una manera de educar a la pequeña. “Porque aún no conocemos su orientación sexual, pero además porque queremos que crezca libre de homofobia, educada en la diversidad humana”.
La motopatrulla
Hermosa, cabello negrísimo. Un body azul entalladísimo y unas nalgas prominentes, perfectas. Gafas oscuras. Ella nació con pene. No nació siendo él, nació siendo mujer pero con otro cuerpo, otro artefacto; lo trans es siempre tan difícil de explicar, de entender. Monta una patrulla de la Policía, o eso parece. La cara de sorpresa es unánime, la idea es la misma: ¿es ella un policía de día?
La mamá
Y el papá, los hermanos, los primos. La familia. La convocatoria fue amplia para las familias porque el Comité Orgullo Puebla lo entiende bien: “si bien la familia puede ser el gran semillero de la homofobia, puede ser la solución contra ella”. El grupo Arcoiris, iniciativa de un grupo de madres y padres, se hizo ver y oír. La homofobia es ignorancia y para combatirla estos grupos de autoapoyo son fundamentales. Del clóset también hay que sacar a las familias.
        Un grupo de mujeres llega temprano al zócalo, amigas, hermana, “esperamos a mi hermana, quien viene marchando. Tiene una sola vida y en esa vida tiene derecho a ser feliz. Por eso estamos aquí, porque queremos que tenga todos sus derechos.

Los curiosos
“¿Qué va a haber, quién toca hoy?”
Es la marcha del orgullo, la dignidad y la diversidad sexual. Respondo. Nadie toca, pero habrá muchas cosas: show travesti, djs, y cantará Regina Orozco.
“Ah. Oiga y para lo de Aleks Sintek donde se consiguen los boletos.”
Respondo que no necesitan boletos. Y que lo nuestro no es el FIP, que el FIP es enfrente. Y es que es la primera vez que conseguimos un escenario de gran formato.
Un grupo de cuatro personas, uno hombre y tres mujeres, se acerca para preguntar si podrían dar una exhibición de zumba antes de que empiece el evento, que es su manera de respaldar.
Lo hacen a las dos de la tarde, la marcha viene ya a la altura del Centro Escolar, unas mil personas se arremolinan alrededor del escenario.
Los ausentes
No llegaron las autoridades, ni los legisladores, salvo Pepe Momoxpan que se paseó un rato entre los contingentes.
No llegaron los candidatos que han basado sus campañas negras en la homofobia. Porque en este país acusar a alguien de maricón sigue siendo ofensivo, como si ser maricón limitara cualquier capacidad. La homofobia real, la de los machazos que excluyen de la democracia la diversidad sexual. Y la homofobia de quienes sólo guardan silencio y tampoco reivindican el sacrosanto derecho de ser abyecto, maricón, lesbiana, indefinido, trans o lo que sea, y no usar eso como una ofensa.
        No llegaron, tampoco, los chicos de las escuelas católicas dirigidos y financiados por la ultraderecha poblana que la víspera llenaron de stickers reivindicando el respeto a la familia (eso exigimos nosotros también, que respeten la conformación familiar que a cada cual le acomode) el zócalo y el parque Juárez. Pobrecitos, tener que estar en el oscuro clóset de la clandestinidad a estas alturas, porque saben que la razón está del lado de quienes luchan por sus derechos.


Las reinas
Travestis y trans, que no es lo mismo, caminan sobre sus tacones enormes, impresionantes.
Me imagino las horas que pasaron maquillándose, “hechizándose”, por ello son quienes llegan más tarde, por ellas esperamos. ¿Cuánto tiempo y dinero dedican a este día?
Las alitas del ángel, el maquillaje exagerado, la ropa especial, las banderitas, los shorts especiales, los patines, las mojigangas. La marcha no representa a nadie. La marcha es una representación personal de cada cual. De su propia diferencia: la defensa de la diversidad ante un sistema que todo lo uniforma, que todo lo norma, que todo lo mata.
Las reinas, las más transgresoras, las que son acosadas por la Policía, por el sistema, orilladas, ninguneadas, utilizadas por los partidos políticos. Arrinconadas en el trabajo sexual, en el show y la peluquería.
Las reinas de la noche poblana, cuando todos los gatos somos pardos.
Los reyes, los osos, los leathers, las jotitas, las quebradas. Las lesbianas butchs y fems. Una bandera bisexual ondea a media marcha. El colectivo poliamoroso reparte volantes. Están los raeleanos, las trabajadoras sexuales de la 8. Estudiantes, feministas, periodistas… En un sábado de sol. Definitivo, el dios que hace llover no es homofóbico.
 *Texto publicado originalmente en El Columnista el 1 de junio de 2010

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