jueves

La muerte de mi amigo

Ayer fue mi cumpleaños. Hoy debo despedirme de uno de mis más íntimos, de uno de mis mejores amigos.
Es, de hecho, la primera vez que se me muere alguien tan profundamente cercano. Así que aún no conozco la dimensión del dolor.
Beto Teutle, el maestro Alberto Teutle, llegó a mi vida cuando yo me cagaba un poco en la academia y no comprendía del todo el profundo abismo azul de la teoría del que ahora abrevo. Era entonces un tipo de más pensar en la acción, de menos teorizar.
Beto me llevó a Foucault, a Butler, a Witig a Lauretis... Beto, en términos llanos me abrió los ojos y dejó que cayera en este sitio del pensar y reflexionar en el que ahora me acomodo.
Eso no lo hizo mi íntimo.
Lo hizo su carácter, su amistad franca, intensa. Sus ganas de mirar. Su caminar.
Sus consejos.
Su amor.
Su entrega.
El decía que yo enseñé a escribir por unos ejercicios que le puse para su tesis.
El me enseñó a entender y eso ya no se lo agradeceré nunca.
O se lo agradecí de otros modos. Ni sé.
No quería llegar a viejo, me le dijo, nos lo dijo muchísimas veces. Lo logró. Nos ganó, porque sé que quienes lo queremos tanto lo queríamos viejecito y sabio entre nosotros.
Era tan bueno que s enojo conmigo por no acompañarle en el hospital lo cambió por comprensión cuando le conté mi terror a los hospitales por los paseos cada mayo por San José o San Alejandro cuando mi abuela recaía. Soy un imbécil. Debí estar. Supe estar a mi modo. Ahora estoy aquí, de heraldo negro una vez más, haciendo algo que no hago (comprar flores) y dispuesto con Lalo y su demás familia.
Me justifico, me leo justificándome y me siento imbécil.
Ganamos y perdimos muchas batallas juntos. Imaginamos lo imposible. En medio de la enfermedad impulsó la semana cultural el año pasado.
Nos enseñó a pensar a mirar y como siempre pasa con los buenos, se fue demasiado pronto.
Duele.
Pero a pesar de todo, lo pienso feliz, sonriendo, comiendo mucho y bien, hablándome sobre a quién habría que traer a una conferencia, sobre qué es lo que hay que leer...
Ahora voy a comer algo y a comprar flores.
Y a hacer apuntes, porque, así la vida, la musa me regala unos versos en la cabeza.
Y voy también a acompañar y a despedirme.
La vida, este abismo.


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